Cuenta la leyenda (término con el que se ha pasado a camuflar la estrategia de marketing) que el éxito de Coca-Cola radica en su misteriosa fórmula desconocida por todos sus competidores, que intentan incesantemente repetir ese logro a base de mezclar ingredientes similares pero con estéril resultado, pues no dan con el componente secreto necesario y sin el cual la fórmula carece de sentido. De la misma manera, "The Artist" intentar revivir la majestuosidad del cine mudo imitando sus constantes (silencio, fotografía clásica y en blanco y negro, omnipresencia de la música...) pero obvia el elemento más importante que elevó a todas esas cintas (y, en definitiva, a cualquier película) a la categoría de obras de arte: el alma.
Bajo su atrevida apuesta formal, la flamante ganadora del Óscar oculta el vacío. No me refiero únicamente a su endeble argumento (simplón hasta más no poder), sino a su propósito: es una obra que no aporta nada nuevo. Ni siquiera funciona como ejercicio de estilo, ya que apenas revoluciona o juega con los elementos de este tipo de cine, a excepción de la escena del sueño de Jean Dujardin, probablemente la mejor del metraje, en la cual su personaje se ve inmerso en una pesadilla en la que él es el único incapaz de generar sonidos. Si la película hubiese optado por profundizar en esa vertiente metacinematográfica sí que estaríamos hablando de una propuesta original y valiente, digna de toda la admiración profesada; desgraciadamente, ha elegido el camino fácil: una insistencia machacona en la caída a los infiernos de una vieja gloria del cine mudo (tramas ya tratadas con buen hacer en las, estas sí magníficas, Sunset Boulevard y Singin' in the Rain) y una artificiosa historia de amor a la que acusar de tópica es quedarse corto.
Aunque parezca lo contario, "The Artist" es una película fría y calculada, un fraude diseñado con astucia para atrapar al espectador poco curtido creándole un falso sentimiento de nostalgia cinematográfica inexistente. Filmoteca Española ha programado un ciclo "Fritz Lang (1919-1929)" para este próximo mes de marzo: a ver cuántos fans de "The Artist" pasan por allí.
Aquellos que quieran una buena película muda, que revisen a los grandes maestros : Chaplin, Buster Keaton, Murnau, Eisenstein, Fritz Lang, Victor Sjöström, von Stroheim, D. W. Griffith, King Vidor...
Aquellos que quieran ver una auténtica declaración de amor al cine y una oda al lenguaje cinematográfico, que acudan al cine a ver "Hugo" (y, si puede ser, en 3D).
Hay pocos directores tan cinéfilos como Scorsese, sus documentales y sus ayudas a la filmoteca así lo acreditan, pero es su último trabajo el que lo revela como un romántico perdidamente enamorado del séptimo arte. Rodada estereoscópicamente y con unos efectos especiales y una ambientación que quitan el hipo, la película basada en el excelente libro infantil La invención de Hugo de Brian Selznick (narrado mediante texto y dibujos) asume la estrecha relación entre el cine y la magia y emplea las más modernas técnicas para seguir sorprendiendo al público expandiendo los horizontes del sentido del espectáculo y así crear nuevas ilusiones.
"Hugo" sí es un sentido homenaje al cine, al arte y a la magia que en vez de mirar al pasado decide contribuir para crear el futuro renovando un medio caracterizado por sus infinitas posibilidades y su constante cambio pero siempre con respeto hacia las bases establecidas por los Lumière y por Méliès y siguiendo sus propósitos: fabricar sueños.
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