Parece que Pixar no pincha.
Nunca. Es incapaz de estrenar algo ligeramente mediocre. Sus producciones
siempre alcanzan la excelencia y Brave
no se ha quedado atrás pese que a que algunos sectores de la crítica ya hayan
catalogado como obra menor, conservadora e infantil. Puede que no suponga una
idea tan revolucionaria como Up o Wall-E, pero es un fantástico cuento de
princesas capaz de partir de los tópicos para pervertirlos componiendo una
emotiva historia que reflexiona sobre las relaciones paterno-filiales, la
herencia y el cambio, y lo viejo (Disney) y lo nuevo (Pixar). Una de las
mejores animaciones que este cronista ha visto se ocupa de insuflar vida al
relato dedicando una descomunal dedicación en reconstruir desde cada rizo del
cabello de la protagonista hasta cada brizna de hierba de las Highlands
escocesas.
29) In Another Country
Como si de variaciones musicales
se tratara, Hong Sang-soo estructura esta supuesta comedia ligera en tres
fragmentos muy similares a los que va introduciendo pequeños matices que les
diferencian a unos de otros. La misma
armonía pero distinta melodía y distinto tempo. Las historias siguen un
sencillo patrón: una turista francesa encarnada por Isabelle Huppert llega a un
tranquilo pueblo de la costa coreana armando toda clase de enredos amorosos. El
quién, por qué y con quién va permutando de una historia a otra, pero siempre
se mantienen constantes los mismos temas de fondo: el amor, la infidelidad, el
deseo… Con la sencillez y la naturalidad que le caracterizan, el director de Oki´s Movie nos muestra cómo interactúan
estos personajes y construye un fascinante juego de espejos entre tres
historias que dialogan entre sí hilvanando un todo mucho mayor a la suma de sus
partes: una de esas agradables comedias que en su apariencia de humildad revela
grandes verdades.
28) The Guard
Uno de los títulos que más me ha
costado dejar fuera este año ha sido 7
psicópatas, la nueva película del director de la extraordinaria In Bruges, Martin
McDonagh. Ambas películas beben a partes iguales del revisionismo
pop tarantiniano, el humor negro de los Coen y el Teatro del Absurdo (Becket en
especial) consiguiendo, no obstante, un universo propio. Pero mientras que In Bruges suponía una estimulantes
novedad, 7 psicópatas carecía de esa
frescura que convertía a su anterior trabajo en algo tan sorprendente, frescura
que también he encontrado en el debut de su hermano John Michael McDonagh. En
The Guard se mantienen presentes las mismas constantes familiares (incluso
emplea a Brendan Gleeson de también) dando lugar a una finísima comedia negra
con toques de thriller y la
suficiente cantidad de peculiares matices (ahí están esos villanos que discuten
sobre Schopenhauer) para convertirla en una película única.
27) Wreck-it Ralph
Pese al excepcional trabajo de
Pixar este año, ha sido la vieja Disney la que se ha facturado la mejor
película de animación del 2012. Algo así como “el Toy Story de los videojuegos”, Wreck-it Ralph nos muestra la vida
secreta de los personajes de los recreativos arcade con mucho cariño y
conocimiento de causa reflejado en la maravillosa traducción del lenguaje de
las consolas al medio cinematográfico. Un divertido y tremendamente emotivo
homenaje al denostado arte del videojuego que además encierra en las aventuras
del protagonista una rica reflexión sobre el libre albedrío y nuestro lugar en
el mundo.
26) The Muppets
El regreso de los teleñecos tras
unos años desaparecidos del mapa ha resultado capaz de reavivar una saga caída
en el olvido hasta el punto de que en estos instantes se está rodando una
secuela esta vez protagonizada ni más ni menos que por Ricky Gervais. ¿La clave? Saber renovar la antigua fórmula
pero, eso sí, manteniendo intacta su
esencia. Para ello ha contado con un acertado casting lleno de humor y
caras conocidas, unos divertidos números musicales y un milimetrado guión con
bienvenidas dosis de autoconsciencia, intertextualidad y acidez insospechadas a
primera vista.
25) Zero Dark Thirty
Tras la loable pero irregular The Hurt Locker (En tierra hostil), Katrhyn Bigelow vuelve con una película que
continúa la senda hiperrealista de ésta (cámara en mano, discreto score…). Gélido retrato de las pesquisas
de la agente de la CIA que capturó a Bin Laden (magníficamente interpretada por
Jessica Chastain), ha levantado ampollas
dado que el tema sigue candente (recuérdese que los hechos narrados
sucedieron hace menos de 2 años). En realidad, se trata de una obra ejemplarmente
imparcial y aséptica, ajena a toda clase de manipulaciones y juicios morales y
cuya ambigüedad ha despertado toda clase de interpretaciones. Bigelow sirve los
hechos y deja que el espectador los digiera como desee.
24) Oslo, 31 de Agosto
Se podría decir que existe un
género propio para aquellas obras que se desarrollan en un solo día capturando
todas las emociones del protagonista, como un corte transversal sobre su vida.
Solo vemos una parte minúscula, pero la podemos ver con más precisión e
intensidad. En Oslo, 31 de Agosto no
sabemos mucho de Anders, nuestro protagonista; unos pocos detalles por encima
para que el espectador no se encuentre completamente desubicado son
suficientes. Sabemos, eso sí, que se encuentra en un profundo estado de
depresión y que ha intentado terminar con una existencia destrozada por la
drogadicción. Durante el día en el que transcurre la película Anders se
debatirá entre la vida y la muerte mientras se encuentra con viejos conocidos,
charla con amigos, acude a su psiquiatra, y, quizá, le da una última
oportunidad para el amor y la redención.
La segunda película de Joachim Trier, primo de Lars, es directa y fría
como una bala de hielo dirigida al corazón gracias a una asombrosa capacidad
para dibujar un cuadro de las emociones y pensamientos que dan vueltas en la
cabeza del protagonista generando una
desgarradora empatía.
23) No
Magistral pieza de cine
político-histórico con la que Pablo Larraín culmina su trilogía sobre la
historia reciente de Chile (Tony Manero y
Post Mortem las anteriores) en la que
son admirables varios atributos: su fluida narración que permite asimilar la
cantidad de datos históricos que lanza, su facilidad para pasar de la ficción a
las imágenes de archivo mediante su particular formato de vídeo (el mismo con
el que se grababa en los años del plebiscito), sus deliciosas pinceladas de
ironía y mala baba, el excelente trabajo de un Gael García Bernal que lleva el
peso de la película… Pero, sin duda, lo que hace de No una obra maestra es su inteligente y desengañada mirada sobre
una política bañada del desencanto generado por la ausencia de un cambio real:
tras la victoria de los acontecimientos yace oculta una derrota mucho más
profunda.
22) Blancanieves
Película increíble en todos los
sentidos: un vasco rueda una versión muda y en blanco y negro del cásico cuento
ambientada en la Andalucía del toreo, el flamenco y las barracas de feria.
Pablo Berger, que ya se había erigido como una fascinante anomalía dentro del
cine español con la brillante Torremolinos
73, consigue encajar todas las piezas de esta extrañísima amalgama para ir
más allá del mero homenaje y lograr una obra valiente, mágica y única. Llena de
sabiduría cinematográfica pero a la vez revestida de inocencia e ilusión, Blancanieves demuestra que aún podemos
caer bajo el embrujo de las viejas historias.
21) Scabbard Samurai
La tercera película de Hitoshi Matsumoto, uno de
los más sorprendentes de los últimos años puede resultar, a priori, más
convencional que sus anteriores trabajos, pero en el fondo es tan radical e
innovadora como ellos. Scabbard Samurai
podría pertenecer a esa clase de películas que narran las hazañas de estos
guerreros con un estricto código de honor (Los siete samuráis, Harakiri...),
pero presenta una particularidad: el protagonista ha perdido su katana con la
deshonra que ello entraña. Así pues, nos encontramos a medio camino entre la
parodia y el homenaje al cine de samuráis: Matsumoto parte de un humor basado
en el patetismo que parece inspirado en Humor
amarillo (el programa creado por Takeshi Kitano) para llegar a agudas
conclusiones sobre los valores de la elite militar japonesa. Como bien es
sabido, solo hay un paso de lo sublime a lo ridículo, o, en este caso, de lo
ridículo a lo sublime, y el director de Symbol
es de los pocos directores contemporáneos que se atreven a darlo.
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